sábado, 19 de marzo de 2011

autocrítica y pequeña serie.

Hace  poco llegue a la conclusión de que las fotos que había hecho hasta ahora habían sido bastante malas: carentes de fluidez y soltura; y por eso mismo inútiles para elaborar ideas y decir lo que quiero decir sobre la ciudad.

Yo empecé a tomar fotos buscando un nuevo lenguaje con el cual entender y narrar la realidad que me interesa: la cultura urbana, la anomia y las instituciones con que la administramos, y las maneras cómo tratamos de arreglar esta mierda en que vivimos. Esta aproximación desde lo visual, nuevas lecturas y experiencias, hicieron que mi manera de entender la realidad se volviera mucho más rica y compleja,  con todos los matices de eso que algunos llaman post-marxismo aunque en realidad no es más que una radicalización de una de las vetas del marxismo.

Creo que el lenguaje visual con que aprendí a tomar fotos (Carlos Ivan Degregori lo podría llamar un lenguaje visual de manual) y que no fui capaz de quebrar hasta ahora, no sirve para navegar esta realidad ni para narrarla. Así como los post-estructuralistas estiraron el lenguaje académico como chicle para crear palabras que les sirvieran, muchos fotógrafos desde hace décadas estira el lenguaje visual convencional para poder encajar/crear en él realidades que no hubieran sido posibles de narrar con las convenciones visuales que te enseñan en un taller de tres meses en el centro de la imagen.

Hace varias semanas que estoy dando vueltas a este asunto y la verdad es que me tenía bastante frustrado. Durante el Encuentro Vecinal que organizó la Municipalidad Metropoltiana de Lima en Rinconada Alta (SJM) tomé las fotos que están abajo. Creo que por ahí van las cosas.